El Poder de la Palabra

 

EL PODER DE LA PALABRA

Todos y todas, en mayor o menor medida, hemos escuchado la frase “el poder de la palabra”. Sobre todo si hemos practicado en términos de autoayuda. Sin embargo no es a ese poder, o sí, al que quiero hacer referencia. Mi pensamiento me llevó a intentar encontrar el origen de la palabra mismo, o mejor dicho, de dónde le viene ese poder. Como era inevitable, terminé jugueteando con la cábala. Y di con la joya, el Sefer, Sefar y el Sippur.

Para comenzar esta historia debemos trasladarnos al monte Sinaí y a Moisés. Cuando Moisés estuvo en el monte Sinaí hablando con Dios, le dio la Ley, grabada con dedo de fuego, eso lo sabemos todas aquellas personas a las que no tocó estudiar religión. Pero, según la cábala, también se le dio el conocimiento de todo lo creado y lo increado, todo lo visible y lo invisible, y por supuesto, el poder de la palabra. El nombre verdadero de cada ser, animado o inanimado. El lenguaje secreto de Dios. El saber su nombre original le dotaba del poder de su obediencia, por lo que podía hacer andar a una piedra con sólo nombrarla.

Cuando bajó del monte y vio en lo que se había convertido su pueblo, les tiró las palabras escritas a golpe de fuego, la sabiduría que nunca deberían aprender porque se habían vuelto corruptos. El decir cualquier palabra verdadera en ese estado los habría matado antes de salir de su boca. Y decidió pasar a la Tradición oral, de jefe a jefe, hasta que llegasen tiempos mejores para la escritura.

El Sefer, Sefar, Sippur, son una Trinidad en la creación y sin ella no hubiera sido posible ésta. Tenemos que entender que todo lo que emana divinidad, emana vida, creación.

Sefer significa número. Gracias a él el universo funciona como un reloj, tanto en el macrocosmos como en el microcosmos. Es un mundo con infinitas posibilidades como lo son los números, un universo de un orden superior de cosas pero  también de uno inferior. El saber esto, no nos dice porqué es así o porqué funciona todo, pero lo cierto es que funciona, “y sin embargo se mueve”.

Todo tiene un valor numérico, incluso las letras. No hay mucha diferencia entre ver una hermosa ecuación y un bello poema, aunque lo parezca a simple vista. Si bien es cierto que a cada letra le corresponde un valor numérico, no hay letras que pertenezcan a cada número.

Sippur es la Palabra, el Verbo del Creador, el que las dotó de vida y gracias a ellas existen todas las cosas, porque todas las cosas tienen un nombre y ese nombre obedece a su dueño.

Sefer es la Letra escrita y representa a todos nosotros y demás criaturas.

Dicho así, tampoco es que nos aclare nada pero hay que profundizar un poco. Voy a dejar a un lado El árbol de la Vida por su complejidad, tal vez más adelante, cuando estemos un poco más familiarizados con el tema, lo recupere. Ahora volvamos a la Palabra y por ende a la Letra. Según el Sefer Yetsirá, (Libro de la Creación), El Creador formó las letras de una en una. Tres madres, siete dobles y doce simples. Cada letra se sintió viva y por sí misma comenzó con la creación por su propio poder y con exactitud nanométrica. Al principio en soledad. Creando todo aquello que no podemos alcanzar a controlar: el aire, el  fuego, la humedad, sentimientos, tiempo, cada planeta, cada pensamiento. Luego comenzaron a combinarse entre sí y el resultado de cada combinación daba efectos preciosos, una nueva especie de animal, de árbol, de insecto, de planta. Con cada golpe de combinación surgía una palabra y ésta se manifestaba y cobraba vida, a la vez que iban componiendo un ser humano por partes. Así, cualquier persona tiene grabadas las veintidós letras que han hecho posible su cuerpo. Alef, Mem y Schin, las tres Letras madres, se encargaron del pecho, el vientre y la cabeza, respectivamente. Las siete dobles son Bet, Guimel, Dálet, Kaf, Pe, Resh, Tau y les corresponden el ojo derecho, el ojo izquierdo, la oreja derecha, la oreja izquierda, la ventana derecha de la nariz, la ventana izquierda y la boca. A las doce simples, He, Vau, Zayin, Jet, Tet, Yod, Lámed, Nun, Sámec, Ayin, Tsáde, Cof, les corresponden pierna derecha, riñón derecho, pierna izquierda, mano derecha, riñón derecho, mano izquierda, la bilis, los intestinos, el estómago (Keva), el hígado, el segundo estómago (Kerkevok) y el bazo. Cada vez que se creaba una parte del hombre, al unísono y en armonía nacían nuevas plantas, nuevas especies, los días de la semana, los planetas del sistema solar. Así Bet, además de dar forma al ojo derecho, modeló el planeta Saturno, dejó constancia del primer día de la creación y de la semana, y es la responsable de la vida y la muerte.  Al ser cada letra digna de estudio, prepararé un capítulo para ellas. Una a una.

Si después de haber leído esto, sigues pensando que la palabra no sirve de nada, que no mejora tu vida, que la das y la quitas a tu antojo sin cumplirla y no pasa nada, tal vez tengas razón, pero he conocido a personas que se toman esto muy en serio, tanto, como para dedicar su vida y conocimientos a la búsqueda de ese lenguaje secreto, de ese Verbo Creador. Y, otra cosa, la cábala no otorga poderes, siento tirar una leyenda, sólo, y nada menos, el conocimiento de lo que es uno mismo y de lo que no.

Quizá ahora tenga un sentido diferente cuando oigáis el poder de la palabra.

M.M.