Almendra Amarga

 

Hace unas semanas, me fui con un amigo a comer a un restaurante vegetariano. Es un gran defensor de los productos de la tierra y, a veces, un tanto radical con el tema de comer animales muertos. Solemos tener eternos debates en defensa de los animales por su parte, y la defensa del agricultor por la mía. Está en contra de la explotación animal y yo en contra de la explotación del hombre de campo. Evidentemente nunca llegamos a un acuerdo. Excepto el día que fuimos a comer, comida sana, los productos de la tierra. Se pidió una ensalada de frutas amargas que, entre otras cosas, llevaba naranja, melocotón y almendras, todo amargo. Terminamos de comer y fuimos a tomar café a una terraza. Mi amigo comenzó a ponerse blanco. Tuvo que visitar el servicio de aquel bar, del que salió peor. Me dijo que le llevase a un hospital porque su orina era negra. Comencé a asustarme, la verdad, y llamé a un taxi. Fue una sorpresa comprobar que se había envenenado con la comida llena de “productos de la tierra”. Según el doctor, si hubiésemos llegado un poco más tarde, mi amigo habría muerto.

A mí todo esto me intrigó, aunque el médico no estaba por la labor de hablar en mi idioma, y me puse a buscar, de una forma que yo pudiese entender, qué era lo que acababa de pasar. Comencé por mirar las frutas, la naranja no  parecía ser peligrosa pero sí había escuchado cosas acerca de los melocotones, nada de almendras amargas. Sin embargo encontré una coincidencia entre el hueso del melocotón y el “hueso” de la almendra amarga. La amigdalina. Cuando la amigdalina entra en contacto con la saliva y se descompone en glucosa, benzaldehído y ácido cianhídrico. El sabor amargo de la almendra se debe al benzaldehído; el malestar al ácido cianhídrico, que al formar sales se transforma en cianuro. Apenas existen diferencias entre el aspecto del almendro dulce y el almendro amargo, aparte del desagradable sabor y las marcas de puntos glandulosos de sus hojas, en los que, en las flores, los estambres son igual de largos que los pistilos. También el aceite del almendra amarga es altamente venenoso, de hecho, una sola gota, mataría a un pájaro casi al momento. Los síntomas del envenenamiento son varios pero se suceden de una forma tan rápida que apenas nos da tiempo a percibirlos: vértigos, convulsiones, dificultad en la respiración, dolor de estómago, parálisis parciales o generales, pupilas dilatadas, contracción violenta de las mandíbulas, pulso frecuente, piel fría, coma y muerte.

Mi amigo, tuvo una manera especial de descubrir que algunos “productos de la tierra” son nocivos y, ahora, mide mucho más que antes lo que se lleva al estómago. Sobre todo por las secuelas alimenticias que le quedaron. Nunca olvidaremos aquella lección culinaria, uno en teoría, otro en la práctica. Desde entonces no puede comer ninguna fruta con hueso, moriría. Intenté relacionar la posterior alergia a las frutas con hueso y encontré que, aunque, por fortuna, el corazón del melocotón no se come, no evita que, en personas sensibles, haya síntomas de rechazo hasta en las pequeñas dosis que pueda absorber la carne que está alrededor del núcleo del fruto. Se ha vuelto hipersensible a esta sustancia y cualquier albaricoque, cereza, ciruela u otro fruto, le hace pasar un mal rato. Por mi parte sólo queda decir que “porque algo sea natural, vegetal, o producto de la tierra” no es necesariamente bueno para nosotros, es necesario un poco de conocimiento y control sobre esta materia. “Si no sabes, no experimentes”, a no ser que nos guste actuar como conejillos de indias, como cobayas humanos.

M.M.